A Rihanna se le pueden consentir muchas cosas. Es una estrella de la música, joven y guapa. Sale casi desnuda al escenario, se emborracha y hasta se ha insinuado que consume drogas y que sus amigos se preocupan por su estilo de vida.
Es una mujer poderosa, mueve masas gracias a su música y tiene casi 26 millones de seguidores en Twitter. ¿Hasta qué punto debe medir o valorar las palabras y fotos que comparte en la red social? ¿Cuál es el límite entre la provocación sana y cruzar la línea ética y moral?
Parece que Rihanna es una persona impulsiva que no piensa en las consecuencias de sus actos. Por eso, si va a un club de stiptease no duda en subir imágenes de cómo se lo está pasando. Esta semana ha acudido a uno en el que ha compartido momentos eróticos con una de las bailarinas. La imagen muestra las piernas de la cantante y la cabeza y los pechos (cubiertos con sus manos) de la joven que muerde el dinero que Rihanna le da. Degradante.
Es cierto que la «stripper» trabaja libremente en el club, pero lo que la imagen muestra es vejatorio. El dinero, la chica desnuda, el poder de la estrella por encima de cualquier cosa, incluso de esa persona.